La reciente actualidad del caos desencadenado por los controladores aéreos ha obligado en algunos casos a equipos deportivos de alcurnia a desplazarse en autobús para disputar su partido de la jornada. No he podido menos que hacer un ejercicio de empatía para ponerme en el pellejo esas pobres criaturas que se han visto atrapados dos o tres horitas en ese transporte, ¡¡válgame Dios!!, ¿cómo pueden hacerles eso?, menuda injusticia.
Me quedé patidifuso al leer dicha noticia. Somos miles o decenas de miles los que nos hemos chupado más kilómetros que el famoso baúl de la Piquer para ir a jugar partidos en la otra punta de la geografía española en dicho medio. Mis viajes desde Huelva, Los Barrios, Murcia, Alcázar o Córdoba hasta Andorra, Girona, Santiago, Santander, San Sebastián, Barcelona, Tarragona, Pineda del Mar, Alicante, León, Gijón, Oviedo, etc. dan para inacabables tertulias sobre anécdotas y situaciones curiosas (algunas se pueden contar, otras mejor no) acaecidas en dichos viajes. Un buen puñado de compañeros ha acabado con la espalda hecha una alcayata tras las interminables odiseas en autobús.
Y aún tienen el valor de quejarse con el pedazo de autocar en el que se desplazan. Ojalá alguno de ellos reflexionara sobre lo que es medir más de dos metros y tragarse trayectos de 14 horas en un asiento en el que tiene que realizar un verdadero tetris para encajarse sin que sus rodillas saquen el cartel de “hasta aquí hemos llegado”.
Sinceramente, hasta que un equipo no se pega dos o tres viajecitos de estos, no se puede considerar equipo como tal. En esas expediciones uno se funde en todo tipo de olores, sabores, vivencias, estados de ánimo, alegrías y miserias que van compactando al equipo y crean un lazo de unión que durará toda la temporada.
Quince horas de ida y quince de vuelta sin una triste película que ver porque al delegado se le ha olvidado traerlas o el famoso “el DVD está roto”, son experiencias que todo equipo que se precie tiene que vivir, como aquello de llegar tarde a algún partido y tener que cambiarse, vendarse y escuchar la charla técnica en el autobús. ¿Qué me decís de que se averíe en pleno temporal de nieve y tener que esperar a que vengan a repararlo, o la estampa de cambiarnos el autobús sin calefacción? ¡Ohhhhh, qué recuerdos!
Desde aquí aprovecho la ocasión para agradecer a los conductores (que en mi carrera han sido muchos), que han sido profesionales eficaces y eficientes, aunque a alguno no le hubiera venido mal un GPS para evitarnos las visitas turísticas no programadas. También mis respetos a esos delegados que permanecían en vigilia a su lado, pendientes de que no se le cerraran los ojos en largas y monótonas carreteras.
A esos grandes privilegiados a los que se les han caído los anillos (por no decir otra cosa) por tener que “sufrir” un viaje en autocar: ¡Bienvenidos a la realidad diaria de muchos deportistas, no temáis, no se muere de esto! Y al resto, muchas fuerzas y ánimos, a seguir encalleciendo los cuerpos a base de horas y kilómetros en ese tan cotidiano, para nosotros, medio de transporte.
1 comentario:
Que verdad es lo que cuentas, a veces los deportistas de alta arcunia como comentas, no saben que es esto, aunque a veces les valdría una curita de humildad en este tipo de medio. Mucho ánimo y a seguir escribiendo.
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