martes, 23 de diciembre de 2008

La casa por los cimientos

¡Cuántas veces habremos escuchado en el mundo del baloncesto la frase "ganar para formar o formar para ganar"! Está claro que todos tenemos visiones diferentes en función de cada situación particular. Por lo que a mí respecta, mi opinión es que el enfoque que tenemos sobre nuestras canteras no es el adecuado. Para empezar deberíamos diferenciar entre dos tipos de canteras: las que están englobadas bajo la tutela de clubes deportivos importantes y económicamente solventes que estructuran su cantera según sus criterios o necesidades bajo la dirección de una persona que trabaja con dedicación profesional. El otro grupo, formado por la mayoría de las categorías inferiores en España, son las que trabajan por aquello que denominaremos "amor al arte". La forma de entender el trabajo en este grupo es dispar, dependiendo de las preferencias de cada club. Y es en este segundo tipo en el que voy a centrarme, partiendo de la base de que la mayoría de estos clubes afrontan dificultades económicas y otras aún más graves: falta de entrenadores, escasez de jugadores, baja motivación por ambas partes y muchas otras limitaciones en recursos en general. Estas carencias impiden que desarrollen el trabajo de cantera como tal vez desearían.

Voy ha hacer un paralelismo musical. Cuando una persona decide aprender a tocar un instrumento, primero debe pasar por el solfeo y la teoría de la música. Cinco cursos imprescindibles y obligatorios para todo aquel que desee profesionalizarse, independientemente del instrumento que elija. Resumiendo, proporcionan la base necesaria y fundamental para cualquier futuro músico.

Trasladándolo al caso del baloncesto, el solfeo equivaldría a la técnica individual. Desde mi punto de vista es un error que en categorías como minibasket, infantil o cadete no se incida en la mejora de los fundamentos individuales. Lamento que chicos y chicas estén sometidos a un trabajo de sistemas, presiones y zonas cuando sus carencias son tan evidentes que las intentamos maquillar usando ese tipo de artimañas. Repito, es incongruente que niños que no saben ni botar estén machacando sistemas en los que por ejemplo, tienen que jugar un pick and roll. ¡Pero si no pueden ni levantar la vista del balón porque no lo controlan! Y si divisan un compañero solo bajo el aro, le dan el pase a los pies o al contrario. Otra cuestión: ¿por qué un chico o una chica, sólo por ser alto o alta es nombrado pívot y con once o doce años sólo se le permite jugar de espaldas al aro? A esas edades todos tienen que trabajar lo mismo, para que ese jugador@ cuando sea junior esté preparado para iniciarse en otros temas y conceptos del juego, ya que dispondrá de la base necesaria para ello.

Comprendo que trabajar únicamente la técnica individual puede llegar a hastiar a los chavales y además no es vistoso desde fuera, pero los principios y objetivos de los clubes que tienen cantera deberían estar mejor definidos, estructurados y supervisados. El bote y el pase son hoy en día la gran asignatura pendiente de nuestro baloncesto. Aparte de ello, debemos afrontar otro gran problema: la falta de entrenadores de base y su poca motivación. Encontrar entrenadores de base que perciban una remuneración económica es extremadamente raro hoy en día. El caso es que existen buenos entrenadores de base pero que no ejercen por que no se pueden permitir el "lujo" de perder tres o cuatro tardes (más el partido) para formar a futuros jugadores. ¿Qué criterios u objetivos de club se van a imponer a unos entrenadores a quienes han rogado que se hagan cargo del equipo porque no tenían a nadie más? Dicho esto, cuando mi hija me rogó que la apuntara a clases de danza pagué la matrícula y religiosamente aboné la cuota mensual, que sirve para que una profesora de baile profesional y remunerada aplique sus conocimientos al servicio de la normativa de la escuela. Lo mismo sucede con los estudios de música y otras disciplinas, no nos extraña que los formadores cobren por su labor. Si un entrenador de club cobrara un sueldo razonable tendría una ayuda por hacer lo que le gusta y su tiempo y esfuerzo se verían recompensados. Tanto es así, que desde aquí felicito a tant@s entrenador@s que dedican su tiempo a esa labor tan importante para nuestro baloncesto.

Que no haya malentendidos, en ningún momento he querido criticar su trabajo. Mi mensaje es que al baloncesto de base le hace falta una mejor estructuración y supervisión, porque los mimbres los tenemos, muchísimos chicos con ganas de aprender y no menos buenos entrenadores con ganas de enseñar.

¡¡¡¡ Un saludo y Felices Fiestas !!!!

jueves, 13 de noviembre de 2008

En un lugar de La Mancha…de cuyo nombre siempre me acordaré

Quiero aprovechar la oportunidad que tengo gracias a este blog de transmitiros el ambiente baloncestístico que se respira en Alcázar de San Juan. No es mi intención aburriros con un panfleto propagandístico de mi equipo y mi ciudad, sino daros una visión de la pasión por el baloncesto que se vive en el corazón de La Mancha.

Fue para mí algo inesperado (y que me convenció para fichar) ver un vídeo de la fase final de Primera nacional disputada por el Adepal y comprobar cómo más de 2.000 personas se hacinaban en el pabellón Antonio Díaz Miguel. ¡Más de 2.000! ¿En Primera nacional? Eso había que vivirlo.

Así que recogí los bártulos y comencé una nueva y desconocida aventura, a pesar de dejar a mi espalda 11 años consecutivos en LEB Oro. A veces me pregunto si ha merecido la pena. Y la respuesta es que, indudablemente, sí. Hay un dicho en Alcázar que reza: “Si quieres encontrarte con una persona, búscala el sábado a las 7 y media en el Díaz Miguel". Fue una grata sorpresa ver cómo se sucedían los llenos absolutos en los partidos de liga regular, algo que pocas veces viví en LEB Oro, exceptuando en ilustres canchas como CAI Zaragoza o Menorca, equipos cuya afición ha aupado ya merecidamente a la ACB. Y en Alcázar está sucediendo lo mismo. Año tras año el club va escalando y está ya en LEB Bronce plantando cara a entidades históricas como Girona, Huelva, Santander y demás.

Otra de las cosas que me dejó anonadado fue descubrir que a los partidos de fuera de casa se desplazaban autobuses y coches llenos de gente realmente ilusionada en animarnos y que conseguían hacernos sentir como en casa aun jugando en pistas rivales. Los que el año pasado nos hayan visto en Canoe, Fuenlabrada, Valdemoro etc. sabrán bien de lo que hablo. Y lo mejor es que no se trata de un perfil agresivo y conflictivo de aficionado sino todo lo contrario. Me emociona que padres, hijos, incluso tres generaciones de la misma familia, acudan juntos a los partidos, a divertirse y a jalear ganemos o perdamos. Esto nos da un plus de responsabilidad, porque sabemos que detrás nuestro hay mucha gente que espera lo mejor de nosotros.

La afición al baloncesto en Alcázar no se limita, ni mucho menos, al Adepal. Existe un equipo en Primera nacional, el Grupo76 Alkasar, que mueve también a muchos seguidores. Pero el aspecto fundamental a destacar es la cantera. Me llama poderosamente la atención la cantidad de niños y niñas que militan en los numerosos equipos de categorías inferiores de Alcázar, tanto en los colegios como a través de la Escuela Municipal y los distintos clubes de la ciudad. La progresión de alguno y alguna de ellos es tan espectacular que no me extrañaría que si continúan con el trabajo y la dedicación sean profesionales en el futuro. Y es que en Alcázar es rara la familia que no tenga un miembro practicando activamente el baloncesto.

Por mi parte, es una satisfacción ser partícipe de la dimensión que el baloncesto está alcanzando en Castilla La Mancha, una comunidad históricamente con poca presencia en el baloncesto de elite y que ahora cuenta ya con tres equipos en LEB. Ojalá este movimiento social que genera el baloncesto en Alcázar continúe muchos años, será señal de que seguimos creciendo deportivamente. Yo trataré siempre de que Alcázar de San Juan y el resto de la comarca no sólo sean célebres por las tortas, los vinos, los quesos y la gachas, sino por ser un lugar de La Mancha donde se vive el baloncesto a flor de piel.

miércoles, 22 de octubre de 2008

El jugador al que le miró un tuerto

Hola, amigos. Me gustaría relataros la historia de un jugador que vino desde muy lejos a España con la ilusión de realizar una gran temporada en nuestro país para hacerse un nombre. Sin embargo, la adversidad se cebó con él y su familia hasta el punto de que seguramente no quiera ni oír hablar de España, allá donde esté. Éste fue el periplo de Frantz Pierre Louis, alias El Búfalo en el equipo, un ser ante todo entrañable, con una gran humanidad, disciplinado y con un físico cuyo apodo describía a la perfección.

Llegó nuestro amigo al sur de España y durante la primera semana comenzó su cadena de desgracias: una salmonela de caballo se aferró a su intestino con tal virulencia que tras días de fiebres altísimas, vómitos imparables y diarreas incontenibles tuvo que ser ingresado de urgencia en un hospital al borde de la deshidratación y posteriormente, viendo que la enfermedad no remitía se le trasladó a otro centro sanitario con mayor entidad y medios donde permaneció una semana. Finalmente se repuso, aunque con importantes secuelas físicas que le mermaron su puesta a punto de pretemporada.

Cuando había conseguido sobreponerse y adquirir el tono físico adecuado, y ansiaba debutar en la Liga, durante un entrenamiento confundió el baloncesto con la gimnasia rítmica realizando un involuntario espagat. Al no estar su flexibilidad habituada a tal postura, irremediablemente sufrió una rotura de fibras en el abductor que le condenó a estar en el dique seco durante varias semanas.

Con su envidiable optimismo y fuerza de voluntad, se recuperó y empezó a jugar, aunque por poco tiempo. Transcurridas varias jornadas tuvo lugar un terrible accidente en la cancha que casi acabó en tragedia. Sucedió al toparse con el CAI Zaragoza, o para ser más exactos, con Otis Hill. Nuestro héroe trató de taponar un mate del fornido pívot americano pero se desestabilizó en el intento y cayó con la crisma en el suelo. El impacto fue brutal. Se quedó inmóvil, luego comenzó a convulsionar mientras un charco de sangre manaba de su cabeza. Su mujer y sus dos hijos pequeños observaban con estupor la escena desde la grada y los compañeros se echaban las manos a la cabeza mientras los sanitarios se lo llevaban en ambulancia. Afortunadamente, mientras continuaba el partido, nos llegaron las buenas noticias de que había recuperado la consciencia y que su traumatismo craneoencefálico no le impediría continuar su singladura en la temporada; eso sí, portando durante unas semanas un collarín.

A continuación os contaré un suceso con tintes escatológicos que acaeció en su bonito adosado. Un buen día comenzó a emerger de los desagües sanitarios mares de líquido putrefacto acompañado de sospechosas y apestosas sustancias sólidas que anegaron la planta baja de su hogar. La situación, con su mujer al borde del ataque de nervios y sus dos perplejos hijos chapoteando en el lodazal, era dantesca. El ayuntamiento envió una cuadrilla con maquinaria específica para rescatar a la familia, que comenzaba ya a pensar que haber fichado en España quizá no hubiera sido una buena idea.

Los viajes en avión también fueron escenario de muchas desventuras. Siempre que se perdía una maleta, cómo no, esa era la de Frantz Pierre Louis. Varias veces la expedición se quedó atascada en el aeropuerto de llegada mientras se reclamaba el equipaje de nuestro protagonista, quien lejos de montar escenitas, acataba con entereza y resignación su mal fario.

El punto álgido de su infortunio en los viajes lo sufrió en Melilla. Tras aterrizar, nos organizamos para desplazarnos en taxis al hotel. El taxista introdujo en el maletero los macutos de todos los que iban en ese taxi… excepto, casualmente, el del jugador que todos nos imaginamos. Pero eso es sólo una minucia comparado con lo que iba a suceder después. Frantz era el último en subirse al taxi, pero cuando sólo había puesto un pie dentro y se disponía a sentarse, el taxista arrancó sin percatarse de que aún faltaba uno por acomodarse y arrastró al pobre Frantz a lo largo de diez metros ante los gritos desesperados del resto de la expedición, que observábamos atónitos cómo un hombre de 2,10 metros de estatura y 130 kilos de peso pendía de la puerta de un taxi en marcha como un saco de patatas.

En su cúmulo de despropósitos también hubo uno con componentes paranormales. El buenazo de nuestro relato nos confesó en un entrenamiento que ni él ni su familia estaban durmiendo en paz últimamente debido a unos hechos inexplicables que sucedían de noche en su domicilio. Nos comentaba que de madrugada el televisor se encendía sólo, que las luces de la planta baja amanecían encendidas y que el silencio de la noche se veía truncado a menudo por unos sonidos indescriptibles de origen desconocido. Esto tenía trastornada a su familia, que no veía ya la hora de hacer las maletas y largarse de este país.

No quiero finalizar sin destacar lo buenísima persona que era Frantz. Nunca cayó en el victimismo y siempre afrontó sus desgracias con optimismo y afán de superación, quedándole siempre fuerzas para apoyar, animar y arengar a sus compañeros.

Para los que piensen que su temporada no está siendo buena, que se acuerden de Frantz Pierre Louis. Un gran tipo. Estés donde estés, te deseo la mejor suerte del mundo. La mereces, amigo.

lunes, 6 de octubre de 2008

Entrenadores en peligro de extinción

Saludos. He decidido estrenar este blog tecleando acerca de una especie en peligro de extinción en nuestro baloncesto: esa rara avis a la que denominaré entrenador-formador. Este es mi pequeño homenaje a unos “profesionales” que, desinteresadamente y sin ínfulas, se dedican a formar a jóvenes con la única motivación de verlos crecer y evolucionar.

Su hábitat suele ser colegios o clubes sin nombre, en cualquier ciudad o pueblo. Emplean su tiempo libre machacando los fundamentos, esa asignatura que muchos obvian pero que es un pilar sobre el que se construye el baloncesto de calidad en un país. Estos formadores vocacionales se preocupan de habilitar las instalaciones de un colegio, pabellón o cancha fuera del horario de entrenamiento, incluso en períodos vacacionales y a deshoras para que ese jugador con actitudes y aptitudes (también en riesgo de extinción) pueda llegar a tener una oportunidad en el baloncesto. A día de hoy un joven tiene mucho más a mano irse con los colegas de botellón que emplear su tiempo libre en la práctica deportiva, pero gracias a muchos de estos entrenadores sueltan el cubalitro y agarran las botas.

Probablemente la mayoría de baloncestistas de elite haya tenido la suerte de tropezarse en sus inicios con un ejemplar de esta especie (del cual posiblemente ya ni se acuerden) que les sentó los cimientos técnicos sobre los que otros entrenadores culminaron su formación.

Desde aquí manifiesto mi reconocimiento a esos amantes del baloncesto y también transmisores de valores (otros que están en gravísimo peligro de extinción). Porque no sólo forjan la base técnica sino que también inculcan el sacrificio, el afán de superación, el respeto, la humildad y la disciplina.

A los que os deis por aludidos, mi más sincera admiración. Animaos a continuar, porque gracias a personas anónimas como vosotros el baloncesto en España ha crecido, crece y crecerá.

P.D. Muchas gracias, Antonio R.