En el código genético del deportista español debe existir un ADN que le hace tropezar repetidamente con la misma piedra. Por lo general, después de conseguir algún triunfo importante solemos acudir a las siguientes citas con un aire de suficiencia y confianza que, en la mayoría de las ocasiones, nos perjudica y nos da algún que otro susto. Pecamos de sacar pecho prematuramente, con el riesgo que ello conlleva. Los que hemos estado en primera línea de batalla sabemos que, probablemente, esta presuntuosidad puede ser una de nuestras mayores enemigas. Lo peor de todo es que lo sabemos, que somos conscientes de ello e incluso llegamos a reconocerlo, pero volvemos a tropezar. ¿Y qué suele ocurrir? Pues lo que un gran amigo mío y yo solemos denominar “pectus excavatum”, un término médico que traducido a nuestra jerga significa algo así como “que te meten el pecho para dentro”. "Pectus excavatum" es una deformidad de la caja torácica en la que el pecho queda hundido y no es que con ello quiera hacer ninguna gracia al respecto ni herir sensibilidades, pero sí es cierto que haciendo un símil, es como solemos terminar o empezar muchos de nuestros campeonatos cuando no tenemos la mentalidad que se requiere. En ocasiones aún tienes tiempo de rectificar y enderezar el rumbo, pero en otras tantas suele ocurrir que queda poco o ningún margen de rectificación.
Está claro que esto es DEPORTE y que se tienen días malos (o muy malos) en los que no suelen salir las cosas como a uno le gustaría, pero considero que la mentalidad con la que se afrontan los desafíos son la clave para llevarte pocas sorpresas desagradables y sí conseguir éxitos.
Esperemos que ese maldito gen que nos condiciona a muchos de los deportistas españoles lo vayamos eliminando a base de humildad, carácter y sacrificio. Que no nos vuelva a jugar malas pasadas en un futuro o, al menos, las mínimas posibles.
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