Finaliza la última edición de la Copa del Rey y, como cada año, deja tras de sí una estela de imágenes, momentos, situaciones de juego, artículos, opiniones, crónicas...la cobertura mediática ha sido tan profusa que poco más podría aportar yo en el análisis deportivo; los tiros de este post van a ir por otro lado.
Desde este rincón de la web quiero rendir homenaje a un jugador que encarna muchos de los valores deportivos que tanto demandamos y que él aúna con naturalidad y firme-za. Hablar del sacrificio, la entrega, la lucha, el compañerismo, el respeto, la dedicación, la disciplina y la paciencia, es hablar de un compendio de valores que él atesora.
Ni de lejos es el jugador más mediático; probablemente, no le veremos haciendo anun-cios de champúes anticaspa, bancos, seguros, comida basura y demás. Los flashes de las cámaras, las entrevistas, las grandes portadas y cabeceras de programas deportivos se los llevarán otros. Pero él sonreirá y seguirá dándolo todo en cada uno de los minutos que esté en cancha. Él encarna esa suma de cosas que suceden en un partido pero que no recogen las estadísticas oficiales, cosas que, sin embargo, suman tanto como las otras para conseguir el triunfo (y la Copa). Ese “trabajo sucio” e ingrato que algunos desempeñan a cambio de una palmadita en la espalda mientras observan cómo son otros los que se cuelgan las medallas y coleccionan MVP's.
Hace una década se puso de moda en España la búsqueda del base de más de 1´90 cm, física y técnicamente bien dotado. Emergieron aspirantes a este título desde todas partes... pero a la mayoría sólo les faltaba una cosa, un pequeño detalle sin importancia pero que les impedía triunfar... ¡¡que no eran bases!! Él es uno de los pocos que se salvó de esa maltrecha cosecha. Y estos días hemos admirado a un base y repito, base, que todo lo ha hecho bien: taponar, rebotear ofensivamente, finalizar alley hoops (y digo bien finalizar, no pasar), barrer el balón del aro, presionar toda la pista, ser un muro en la defensa del 1x1, estar en constante línea de pase, pasar bloqueos directos e indirectos... y si unificamos estas dotes con su gran lectura e interpretación del juego, con un talento natural en ataque y con la mejora que ha experimentado en el tiro, entiendo que estamos hablando de un Jugador Total.
Y como él ha habido tantos otros a los que me gustaría rescatar y situar en primera fila, esos jugadores a los que podríamos denominar “los otros”, esos hombres que realizan una labor encomiable, tanto o más que las estrellas y que son imprescindibles para que un equipo funcione. Esos baloncestistas que tienen poca repercusión mediática pero a los que sus entrenadores consideran vitales e intocables. Unos profesionales que tienen todo el respeto y cariño de sus compañeros porque entienden de la importancia de su desagradecido “rol”.
Dicho esto, manifiesto públicamente mi más sincero respeto y reconocimiento a todos esos jugadores y en especial a ti, protagonista transparente, guerrero invisible, abanderado de los intangibles, Víctor, Víctor Sada.