A colación del emocionante playoff final de la ACB, me viene a la cabeza un ejercicio de ‘abuelo cebolleta’ sobre la primera vez en que un equipo de ACB o LEB levantó un 0-2 en contra con el factor cancha a favor. Os pongo en situación.
Temporada 98-99. Por un lado, el Club Baloncesto Los Barrios de Larry Davis, Carlos Rodríguez, Antón Soler, Juan Rosa etc. y un servidor; por el otro, el Abeconsa Ferrol de Ricardo Aldrey, un ‘jovencísimo’ Manolito Aller, Lucho Fernández, Guillermo Rejón, Eric Cuthrell, Herbert Baker y compañía.
Comienza la eliminatoria y nuestro factor cancha se evapora en menos que canta un gallo, 0-1. Tras la decepción inicial, afrontamos el segundo combate y volvemos a caer. Todo pinta mal, parece IMPOSIBLE siquiera hablar de remontada. Pero a la salida de los vestuarios se produce un hecho que cambia nuestro sentimiento de frustración por el de rabia y orgullo; el americano de Ferrol, Herbert Baker, sale del pabellón gritando en spaninglish aquello de “¡no volveremos aquí!” e “¡It´s over!”. Y no acabó ahí su actuación estelar, además le dedicó a la gente congregada ahí una bajada de pantalones a la subida del autobús, lo que viene a llamarse ‘un calvo’ en el argot popular. Su descaro a punto estuvo de provocar incidentes mayores.
Cuando salimos del vestuario y nos pusieron al corriente de lo acontecido comprobamos la decepción sufrida en los rostros de los aficionados, que nos exigían llegar a un quinto partido en casa para que el sujeto volviera a dar la cara. En ese momento la afición convirtió nuestra aflicción en deseos de revancha para restituir el orgullo de nuestro equipo y de nuestros seguidores. Lo tuvimos claro.
En un arranque de estupidez sin paliativos, me aposté con mi delegado de equipo y gran amigo, Miguel Moreno, una mariscada en Ferrol si conseguíamos vencer los dos partidos allí. Éste aceptó con mucho gusto, frotándose las manos, sabiéndose ganador de un suculento premio.
Pronto nos presentamos en Ferrol. Pisando el legendario pabellón de La Malata se me venían a la cabeza aquellos carruseles radiofónicos míticos de baloncesto al grito de “¡¡¡¡¡¡¡¡¡Trrrrrrrrrriiplee en La Malataaaaaaaaa!!!!!!!!!!”.
Y lo conseguimos. Ganamos los dos partidos y cumplimos con la misión que nuestra gente nos había encomendado. Infinidad de llamadas y mensajes de aliento primero y gratitud después, nos acompañaron durante todo el viaje. La cara de mi delegado y amigo era un poema, pero las apuestas hay que cobrárselas. Cuando hablamos con nuestro presidente, Juan España, para informarle de que no íbamos a cenar en el hotel, nos imploró que postergáramos nuestro compromiso gastronómico ya que en dos días jugábamos el quinto partido y no quería que corriéramos el riesgo de que alguna nécora o percebe nos sentara mal. Aceptamos porque él se comprometió, a cambio, a pagar una cena de postín para todos los jugadores y cuerpo técnico después del quinto choque. Cambiaríamos los suculentos manjares gallegos por una cena más típica del sur compuesta por viandas de Sanlúcar de Barrameda, Jamón de la sierra de Huelva, carnes de mi gran amigo Jesús (¡¡¡¡restaurante Al-Andalus, qué grande!!) y resto de divinidades.
Así que nos dispusimos a volver apresuradamente a Los Barrios ya que el cuarto partido finalizó en Ferrol el viernes a las 11 de la noche y el quinto y definitivo partido se disputaba el domingo a las 12 de la mañana. Los descompuestos jugadores de Ferrol tuvieron que ir directamente a sus casas a hacer las maletas y montarse esa misma noche en el autobús. Toda la noche viajando para llegar a mediodía a Los Barrios.
Nosotros, relativamente, tuvimos más suerte porque viajamos en avión. No obstante, desde primera hora del sábado padecimos un sinfín de horas de espera en aeropuertos, enlaces y autobús. Llegamos a Los Barrios las 9 de la noche absolutamente reventados; con el tiempo justo para ir a casa, deshacer la maleta, cenar algo, dormir un rato, despertarse y ¡¡VOLVER A JUGAR!!
Y en el quinto partido se consumó la remontada histórica. Y… ¿ qué pasó con el jugador Herbert Baker? Pues acabó haciéndose fotos con la peña más conocida en la LEB, ‘El Infierno Barreño’. Con los pantalones subidos.