Mientras continúo a la espera de un equipo dispongo de mucho tiempo, desgraciadamente, para ver partidos de categorías inferiores y charlar con un buen número de personas vinculadas al baloncesto en Sevilla.
Tanto lo que veo como lo que escucho me preocupa. Y digo esto, porque aún remontándome 20-25 años atrás (caray!!!) Sevilla ha sido siempre una ciudad que respira baloncesto cohabitando con los grandes equipos de fútbol de la ciudad. Los fines de semana era un acontecimiento deportivo en cada club o colegio. Disfrutábamos de ver a todos los equipos de las distintas categorías; por las mañanas, el infantil y cadete, y por las tardes el juvenil y el junior, con la culminación de ver el partido de los seniors. Las canchas se llenaban de chavales que jugaban o esperaban jugar y de aficionados sin más que eran partícipes del aroma del baloncesto. Grandes clubes sevillanos como el Mercantil, Natación, Labradores, Naútico, Maristas, Coria, Utrera, Club Amigos y un largo etcétera, eran un vivero de muchachos deseosos de entrenar y competir en algo que les apasionaba.
En la actualidad eso se está perdiendo ya en algunos casos o se ha perdido del todo en la mayoría de ellos. No sé si por culpa de algo o de alguien, o de la propia evolución de la sociedad, en la que los jóvenes prefieren el botellón al balón, o de qué se yo.
La realidad es que actualmente en Sevilla se percibe más ilusión por la recién creada Maxi Liga, que es una liga local de jugadores veteranos, que por las competiciones escolares o de categorías inferiores.
Quizás, como se dice por ahí, "alguien se lo tendría que mirar", porque es una pena. Ojalá este fenómeno no se generalice y se exporte a otras ciudades. Este momento presente es la mejor época de nuestra historia -baloncestísticamente hablando, claro-, y parecemos estar descuidando lo que nos ha hecho posible dar ese salto de calidad tan grande: NUESTROS JÓVENES.
No soy nadie para criticar a los responsables de esta situación, si es que realmente los hay, pero me veo en la obligación moral de reflejar mi inquietud después de ver, oír y palpar la realidad de nuestro baloncesto en Sevilla.
miércoles, 28 de octubre de 2009
martes, 13 de octubre de 2009
Los viejos de las pelotas
Recientemente charlando con un ex compañero sobre la liga y sus jugadores, me espetó un ¿pues no está jugando todavía el Middleton ése, con lo viejo que es? Caray, sí que es viejo, 46 palos le han caído ya, si hasta lo recuerdo cuando entré por primera vez en un vestuario ACB a mis 18 añitos, ahí estaba compartiendo ducha con dos leyendas como Brian Jackson y Darrell Lockhart…
Me despedí de mi amigo y al llegar a casa repasé los números de la última jornada de Liga. En las estadísticas del partido entre Cáceres y Girona me encontré a este señor que mi amigo daba por jubilado. Atención: 32 minutos en pista, 19 puntos y 6 rebotes que firmaban un total de 24 de valoración. Para ir con bastón, sufrir de cataratas y artrosis, además de necesitar un sonotone, no está nada mal. Y su equipo, líder de la Adecco Oro con él como jugador franquicia.
En España el deporte en general y el baloncesto en particular comete el triste error de juzgar a los jugadores y técnicos por su fecha de nacimiento en el D.N.I. y no por su rendimiento. Un jugador de 29 años está en el mejor momento de su carrera… pero después de unos meses, a los 30, le cuelgan el sambenito de “veterano prejubilado”.
Middleton. Después de haber jugado en equipos punteros de Europa como el Barcelona o el Panatinaikos y con una extensísima y exitosa carrera, más de uno habrá pensado que estos años ha fichado en Girona a modo de “retiro” donde arañar unos minutillos y algo de dinero. A día de hoy Darryl es un ídolo en la ciudad ya no sólo por lo que ha sido sino por lo que es ahora. Un ejemplo de profesional y referente para sus compañeros. Su físico no es el mismo que yo vi la primera vez que entré en ese vestuario del Caja San Fernando, pero ahora ha ganado en otras facetas como el aplomo, el temple, la inteligencia en la cancha, la lectura del juego, la dosificación de la intensidad requerida en cada momento. Todo eso con la misma ilusión y amor por el baloncesto del día en que compartimos vestuario.
Me alegro de que jugadores como Darryl Middleton sigan demostrando por las canchas que el valor de un jugador no está en su D.N.I., sino en su profesionalidad, ilusión y RENDIMIENTO.
Me despedí de mi amigo y al llegar a casa repasé los números de la última jornada de Liga. En las estadísticas del partido entre Cáceres y Girona me encontré a este señor que mi amigo daba por jubilado. Atención: 32 minutos en pista, 19 puntos y 6 rebotes que firmaban un total de 24 de valoración. Para ir con bastón, sufrir de cataratas y artrosis, además de necesitar un sonotone, no está nada mal. Y su equipo, líder de la Adecco Oro con él como jugador franquicia.
En España el deporte en general y el baloncesto en particular comete el triste error de juzgar a los jugadores y técnicos por su fecha de nacimiento en el D.N.I. y no por su rendimiento. Un jugador de 29 años está en el mejor momento de su carrera… pero después de unos meses, a los 30, le cuelgan el sambenito de “veterano prejubilado”.
Middleton. Después de haber jugado en equipos punteros de Europa como el Barcelona o el Panatinaikos y con una extensísima y exitosa carrera, más de uno habrá pensado que estos años ha fichado en Girona a modo de “retiro” donde arañar unos minutillos y algo de dinero. A día de hoy Darryl es un ídolo en la ciudad ya no sólo por lo que ha sido sino por lo que es ahora. Un ejemplo de profesional y referente para sus compañeros. Su físico no es el mismo que yo vi la primera vez que entré en ese vestuario del Caja San Fernando, pero ahora ha ganado en otras facetas como el aplomo, el temple, la inteligencia en la cancha, la lectura del juego, la dosificación de la intensidad requerida en cada momento. Todo eso con la misma ilusión y amor por el baloncesto del día en que compartimos vestuario.
Me alegro de que jugadores como Darryl Middleton sigan demostrando por las canchas que el valor de un jugador no está en su D.N.I., sino en su profesionalidad, ilusión y RENDIMIENTO.
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