Estaba yo disfrutando del almuerzo tras un duro entrenamiento, de esos de los que sales con la impresión de que no hay ni uno sólo de los 650 músculos del cuerpo que no te duela. Sentado en mi cocina frente a mi plato, el móvil avisó la entrada de un mensaje; era Jordi Román, recordándome que tengo un blog que renovar. El sms, en tono despreocupado y simpático, rezaba una vez más aquello de "Qué, ¿te animas a actualizar el blog?". Sí, tiene razón, reconozco que soy un poco perro...voy a pensar sobre qué voy a escribir. Con toda la sangre del cuerpo tratando de reconstruir las fibras musculares no me venía ninguna idea a la cabeza, así que la vista se me perdió en el plato de judías verdes con patatas, rehogadas con ajo y taquitos de jamón y un poco de pimentón...y vi la luz: ¡voy a hablar de baloncesto y gastronomía!
Sin duda el primer tema a tratar es el famoso mito de "el día del partido hay que comer pasta y filete". D¡¡¡¡ios!!!! Por culpa de esta leyenda hemos llegado a comer espaguetis en un viaje cuatro días seguidos, aderezados con esa indescriptible y misteriosa salsa a la que llamaban "bolognesa", sospecho que elaborada a partir de los restos de carne, piltracos y vísceras que se acumulan en las cocinas de los hoteles a lo largo de varios días. Y por la noche... ¡arroz a la cubana! Resumiendo: carbohidratos por un tubo, que seguro permitirán que todos machaquemos, presionemos toda la pista y anotemos con una facilidad asombrosa.
Pues ahora resulta que la pasta hay que comerla el día antes porque son carbohidratos de lenta absorción, a tomar por saco 20 años del monótono ritual pre partido. Dicen los nuevos gurús que el día del partido es más recomendable un ágape suave y liviano, sin descartar azúcares que proporcionan energía rápida. Al final va a resultar que fui un visionario con mi filosofía de comer unos donuts de chocolate y un buen chute de Coca Cola horas antes del partido. Costumbre ésta que me ha costado algún disgusto, cuando un entrenador me pilló in fraganti con la prueba del delito asomando por la boca y la cocacolaza en la mano. Tanto se indignó por mi degeneración alimentaria que al final la anécdota acabó con consecuencias inimaginables para el cuerpo médico del equipo (lo siento, yo no quería....sólo me comí un donut. No sin mi donut).
A cierto entrenador, muy buen comedor por cierto, no le gustaba el arroz a la cubana, plato obligado la cena la víspera del partido. Un buen día que perdimos, cosas que pasan, el coach decidió echarle la culpa al milenario cereal que ha alimentado a miles de millones de generaciones de chinos. Desde ese día el menú nocturno pasó a ser sistemáticamente, y sin posibilidad de discusión, la genuina tortilla de patatas con tomate. ¿Qué base científica tiene esto? Por que seguíamos perdiendo inevitablemente. Aunque en casa ganábamos más partidos, y eso que la cena del día antes cada uno cenaba y bebía lo que quería o podía.
El último grito en dietética es que resulta que tampoco podemos aliñar la ensalada con un poco de vinagre, y mucho menos el día del partido, porque destruye los glóbulos blancos y desequilibra el ácido base ¿!¡?
Un compañero venido de otro continente ha desarrollado una teoría que ningún nutricionista avalaría. Consiste en zamparse dos hot dogs minutos antes del entrenamiento, y tres si es el día del partido. La verdad es que el chaval da unos buenos saltos, así que será cuestión de añadirlo como postre a mis donuts. Aunque me da que en mi cuerpo no va a tener el mismo resultado.
Otro compañero también llegado de otro continente, en este caso el africano, tenía preocupado al cuerpo médico ya que su dieta se basaba exclusivamente en espaguetis, pizza y pollo. Llegó a España con 108 kilos y se fue con 89. Atención a los que se encuentren en plena operación bikini: espaguetis, pizza y pollo va a ser la dieta del verano.
Y cierto jugador que disputó unos encuentros con la selección española B cuenta que el día del partido un compañero degustó dos platazos de pasta y un pollo entero con patatas. Lo mejor es que a los postres pidió un Vitalínea por aquello de mantener el tipo.
En fin, seguro que algún compañero puede aportar más batallitas relacionadas con lo que se papea en los equipos profesionales de baloncesto. Reconozco que tengo la suerte de disfrutar de una dieta sana, rica y variada que me está permitiendo quemar las canchas a los 35 tacos, pero también asumo que mi debilidad con el chocolate en todas sus formas y presentaciones es un borrón en mi inmaculado expediente alimentario. Aunque dicen que tiene fósforo y estimula la serotonina...(ahí queda eso).
Saludos a todos los golosos del basket.